Parar el auto en doble fila frente a la escuela es cultural para los argentinos, un acto de rebeldía, es decirle al sistema acá estoy y puedo con vos. Bajar a los chicos, acomodar las hebillitas y luego darle la mochila; recién entonces el tránsito puede continuar. Mientras tanto, el embotellamiento, las ensordecedoras bocinas y la bronca de los conductores aumentaban minuto a minuto.
«¿Alguna vez se vio algún policía de tránsito por acá?», preguntó con ironía un comerciante de la zona. La realidad es que el ordenamiento vial es casi inexistente en la peor hora del día, a la entrada y salida de las escuelas, donde los padres en sus autos, mientras que los chicos cruzan entre los vehículos haciendo malabares para no quedar atrapados.
Algunos adoptaron el estacionamiento en doble fila como si fuera tan normal como frenar en un semáforo en rojo. Sin embargo, esta inconducta tiene una sanción pero que no es penada, al menos a los conductores de esta zona de Tunuyán.
Pero lo más rápido es frenar en la puerta para esperar a que el chico suba. Cada vez son más los que lo hacen.

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